"Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mi" (Gal. 2, 19-20)

lunes, 29 de diciembre de 2014

Navidad, dulce Navidad



De nuevo nos hemos plantado sin darnos cuenta en Navidades. Y con ellas nuevas celebraciones en nuestra parroquia, en nuestra casa, en casa de los amigos. Todas ellas con un denominador común; un protagonista principal muy especial que es Nuestro Señor Jesucristo.

Porque eso es lo que celebramos en estas fiestas de Navidad; el nacimiento del niño Dios en el portal de Belén, que se hizo hombre igual que nosotros excepto en el pecado, para redimirnos. Que vino al mundo en estas fechas para estar con nosotros y hacernos el maravilloso regalo de la Salvación, a través de su pasión y muerte en cruz. ¿Habría sido posible hacerlo de otro modo? Por supuesto que sí; para Dios nada hay imposible. Podría habernos salvado en la distancia, pero en su infinito amor quiso compartir con nosotros nuestra naturaleza, hacerse uno de nosotros y salvarnos a costa del sacrificio de su pasión y muerte en cruz. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”. (Jn 15, 13)

Exactamente ese es el sentido de la Navidad. No celebramos a los Reyes, aunque sea una bonita tradición con larga raigambre en nuestro país (y donde estén los Reyes que se quite Santa Claus), por supuesto mucho menos celebramos a Papá Noel (vestido de Coca Cola mucho menos), ni son esenciales los regalos, ni se identifica con eso que llaman el “espíritu de la Navidad” (lo que quiera que sea), ni es un momento especial para reunirse cada cual con los suyos, ni la Navidad eres tú como dice el anuncio. La Navidad es la fiesta del nacimiento de Jesucristo, como nos enseñaban muy bien enseñado en el cole. ¡Y no existe mejor regalo! Pero poco a poco hemos ido perdiendo ese sentido de la Navidad y la hemos ido paganizando. Y hay hasta algunos que hablan de la navidad civil… ¿Navidad civil? ¿Os imagináis fiesta de fin del Ramadán civil? Seguramente no. Normal. 

viernes, 4 de julio de 2014

Parroquia para todo

Esta es la cara que se me quedó.

Conversación telefónica que tuvo lugar hace un par de meses en la parroquia.

AVISO IMPORTANTE: Los personajes y las situaciones de esta historia son reales, cualquier parecido con la realidad es completamente verídico. NO ES UNA HISTORIA DE CIENCIA FICCIÓN (por si lo parece).

A las 11.00 de la mañana (aproximadamente) suena el teléfono.

YO: Parroquia, buenos días.
HOMBRE: ¡Buenos días! Querría que me mandaran un peluquero.

(Primera cara de póker por mi parte)

YO: Eee…, esto es una parroquia, ¿eh?
HOMBRE: Lo sé. Y querría que me mandaran a alguien para que me cortara el pelo.
YO: Nosotros no tenemos peluqueros en la parroquia.
HOMBRE: ¿No van por las casas a llevar comuniones?
YO: Pues sí.
HOMBRE: ¿Y no podrían traer también a alguien que me corte el pelo?
YO: Pues no.
HOMBRE: Y entonces, ¿quién me corta el pelo a mi?

(Mi cara de alucine va creciendo por momentos)

YO: Pues el peluquero.
HOMBRE: ¿Entonces no tienen ese servicio en la parroquia?
YO: No
HOMBRE: Pues piénsenlo. (Y cuelga)

(Mi mandíbula ya rozaba el suelo).

martes, 17 de junio de 2014

¿Tu verdad? No, la verdad.


Últimamente oigo mucho decir que la Iglesia ha de evolucionar y ha de adecuarse a los tiempos. Interpretar los signos de los tiempos ha sido una máxima en la Iglesia, sobre todo desde el Concilio Vaticano II. Hay muchos campos en los que se puede evolucionar: el lenguaje y la expresión de la fe, la forma de evangelizar (“hacer lío”). Ante el hombre nuevo, la Iglesia se tiene que plantear nuevos retos, porque no se puede quedar enquistada en el pasado. Pero, ¡cuidado!, hay cosas que la Iglesia no puede hacer le pese a quien le pese.


Lo propio de la Iglesia es defender la verdad de Dios revelada en las Escrituras por Cristo y enseñada por la Tradición viva de la Iglesia. Esa verdad no es equívoca ni cambiante; es única y es eterna. Seguirá siendo la misma por mucho que se alcen muchas voces, incluso de dentro de la propia Iglesia, en contra. Y nuestra obligación es seguir defendiéndola, porque la verdad fundamental de Dios y sus enseñanzas morales ni se venden ni se cambian. Al fin y al cabo esa es una nota característica de toda verdad. Por ejemplo; por mucho que una sociedad en pleno se empeñe en decirme que el caballo blanco de Santiago es negro, yo lo seguiré viendo blanco aunque no esté de moda. Porque es blanco. Aunque me persigan. Nadie nos dijo que el camino de un católico tuviera que ser fácil.

martes, 27 de mayo de 2014

La comunión de los divorciados



Simón, el mago, decía de sí mismo que era muy importante y la gente comentaba de él que era “la potencia de Dios llamada la Grande”. Pero cuando llegó Felipe anunciando la palabra de Dios, creyeron y se bautizaron. Simón también se bautizó, porque estaba asombrado viendo los milagros que hacían. Simón no buscaba a Dios; creía en el poder de los apóstoles y quería poseerlo igualmente. Quería un Dios que le hiciera poderoso; un Dios a su medida.

Hoy en día el mundo está repleto de Simones. Gente que quiere un Dios a la medida de los deseos de los hombres. No un Dios justo, ni bondadoso, ya que un Dios así jamás podría justificar un aborto, por ejemplo. Un Dios adaptable y sometido. Un Dios, en definitiva, que se sitúe por debajo del hombre. Y es que el Dios de la Biblia es políticamente incorrecto.

Ahora se ha armado la marimorena por el tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar. La gente dice, se comenta, se oye, hablan en los corrillos de Mari Pili y demás doctores de la Iglesia, que si el Papa ha dicho que va a permitirles comulgar… ¡Pero si el Papa no les puede permitir eso!

Vamos a ver, para que las cosas queden claritas. ¡Por supuesto que no hay que juzgar a nadie! ¡Por supuesto que hay que ser caritativo con todos! ¡Y por supuesto que hay que integrar en la Iglesia a todos los cristianos! Pero es que un católico puede ir a misa y no comulgar si está en pecado. Y eso no le excluye de la Iglesia en absoluto. Puede participar en ella, y hasta podría comulgar si se arrepiente, se confiesa y a partir de ahí no tiene relación marital con quien REALMENTE NO ES SU CÓNYUGE. Y eso es lo que dice el Papa.

Lo que el Papa no puede hacer es contradecir lo que dice la Biblia. Y la Biblia lo pone clarísimo: “Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- y se casa con otra, comete adulterio” (Mt. 19, 8-9).


El que tenga oídos que oiga.

viernes, 16 de mayo de 2014

DEL PERDÓN Y DEL ODIO


Alguien cercano me pide oración. Me dice que puede perdonar cuando el odio y la incomprensión que sienten por ella como cristiana le afectan sólo a ella, pero se pregunta cómo perdonar cuando hacen daño a uno de sus seres queridos. Entiendo perfectamente la situación tan difícil que está viviendo; como cristiana tiene que perdonar hasta setenta veces siete, pero como madre se hace muy difícil… Somos hijos de Dios, pero somos de barro.

Le animo a que haga oración pidiendo fuerzas para no caer y a que se encomiende a Nuestra Madre, que como madre que es entiende perfectamente lo que enciende el corazón de una mujer cuando alguien hace daño a los suyos. Le animo a preguntarse qué haría la Virgen María en una situación así.

Pero también hay que plantearse qué mundo queremos dejar a las siguientes generaciones, qué es lo que ella quiere que sus hijos aprendan. Si queremos para ellos un mundo justo y generoso, tendremos que empezar a sembrar la semilla en ellos. Porque el odio engendra odio y la violencia engendra violencia. Si ella es justa, sus hijos aprenderán a ser justos. Si ella es consecuente aunque el dolor y la rabia la quemen por dentro, sus hijos aprenderán a ser consecuentes. Por ello el perdón es el mejor regalo que les puede hacer a sus hijos.

viernes, 28 de marzo de 2014

Cursillo de cristiandad... ¡DE COLORES!



El domingo volví del Paraíso. Pasé el fin de semana con el Espíritu Santo. Así de claro. Con el Espíritu Santo y con 24 personas que iban a encontrarse con él a través de las manos torpes de los trece que formábamos el equipo… de un nuevo cursillo de cristiandad… ¡DE COLORES! Y como siempre, el Señor ha hecho el milagro.

El Espíritu Santo ha pasado por sus vidas y ha abierto sus corazones a Su amor y sus oídos a Su voz, devolviéndoles la inocencia de los niños en sus miradas para que de ellos pueda ser el Reino de los cielos. Y esa alegría que uno solo es capaz de experimentar cuando se sabe hijo de Dios. Y de un Dios misericordioso, Padre bueno del hijo pródigo que somos cada uno de nosotros cuando nos sabemos reconciliados con Cristo. Padre que sale a nuestro encuentro a pesar de nuestros pecados y nos acoge en la casa con los brazos abiertos.

Somos samaritanas a las que el Señor nos da de beber agua viva para que nunca más tengamos sed. Y en este cursillo, de nuevo, ha saciado su sed y la nuestra; la del equipo. Porque nosotros también hemos vivido el milagro de la conversión a Dios. El milagro del amor y de la confianza; un milagro que nos ha vuelto a transformar en tres días.