La cruz de Jesucristo está manchada. Por nuestra indiferncia, por nuestro egoísmo, por nuestros pecados, incluso por nuestra burla. La hemos manchado y muchas veces no queremos limpiarla porque nos resulta incómodo. Y miestras El nos mira con ternura y nos llama suavemente suplicando que le hagamso caso. ¡Todo un Dios nos busca y nos ruega! Pero nosotros tenemos el corazón de piedra y seguimos adelante... ignorándole...
A veces me imagino a Dios llorando por nosotros, porque nos quiere tener cerca y nos alejamos, porque nos dice que nos extraña y le volvemos la espalda. Y El, que es Dios y que podría imponernos que le adoremos, nos ama tanto que nos hace libres y simplemente nos llama, derramando lágrimas de soledad en su Sagrario. Porque el Sagrario está solo demasiado tiempo para todo el amor con que corresponde nuestro olvido.
El Sagrario está solo. Dios está en él derramando lágrimas de amor y de nostalgia por ti y por mi, con su corazón herido por nuestras ofensas. Yo quiero acompañarle cada día. ¿Vienes tú también?
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