"Desde el
Sagrario de esa iglesia, Cristo —perfecto Dios, perfecto Hombre—, que ha muerto
por ti en la Cruz, y que te da todos los bienes que necesitas..., se te acerca.
Y tú, pasas sin fijarte." (San Josemaría, Surco, 687)
A veces es como si oyera latir un corazón tras la
puerta del Sagrario que me dijera: "Acércate a mí y conóceme, porque Yo te
estoy esperando para entregarte mi Amor. Y mira; esta Amor, que es más grande
que el mayor de los amores que hayas podido conocer, está reservado para ti. Y
si no te lo puedo entregar, si tú no lo quieres recibir, quedará herido, pero
ningún otro amor lo sanará. Puedo amarte a ti y a todos tus hermanos, pero cada
uno de vosotros sois únicos para mí. Porque yo os creé y conozco hasta el
número de vuestros cabellos... de tus cabellos. Te conozco tanto que te siento
como mío, y por esto te he hecho hijo adoptivo. Y, ¿cómo no iba a amarte
conociéndote así? Por eso me duele tanto que tú no quieras conocerme ni, por
tanto, amarme. ¿No comprendes que sólo puedes ser feliz conmigo? ¿No entiendes
que sólo quiero que tú seas feliz?
Pero tú te dejas engañar por el enemigo, que te
promete una felicidad que nunca será tal. Y a mí me duele más el mal que a ti
te haces que el desprecio que me haces a mí.
Pero si tú me buscas en el Sagrario encontrarás la paz
perdida, renovarás los lazos de amistad conmigo y, poco a poco, yo te iré
instruyendo para que sepas reconocer las trampas del enemigo quien (no te
engañes), no te ama ni de él conseguirás cosa buena, pues a mí me odia, pero a
ti te desprecia.
Búscame en el Sagrario y aviva tu confianza en mí y
tus ganas de encontrarte conmigo. Yo te estaré esperando allí cada día para
escucharte hablarme de tus inquietudes y de tus afectos... de todo aquello que
te importa y que a mí también me importa mucho porque te amo.
Te amo tanto que seguiré esperándote aquí hasta el día
que te canses de ser decepcionado por ideales falsos y vengas a buscarme."