"Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mi" (Gal. 2, 19-20)

viernes, 20 de septiembre de 2013

SOMOS DE BARRO



Nacemos, crecemos, nos desarrollamos y morimos. Esas son las etapas de nuestra vida, y a lo largo de toda ella nos estamos preparando siempre para algo; durante el colegio nos preparamos para estudiar una carrera, durante la carrera para un puesto de trabajo. Nuestra etapa laboral no es una excepción; seguimos preparándonos para ocupar un cargo cada vez más alto, más importante. Nuestra existencia está hecha de una serie de toma de decisiones que afectan a todo nuestro futuro, y de esa manera creemos que todo está en nuestras manos, que somos nosotros los propios artífices de nuestra vida y no hay nada que se escape de nuestra voluntad... Y entonces, cuando llegan los fracasos no entendemos qué ha podido fallar. Sí pusimos nuestro empeño y los medios para alcanzar el resultado, ¿cómo puedes ser que no lo hayamos conseguido?

Tomamos decisiones basándonos exclusivamente en nuestra voluntad, y olvidamos la Voluntad de Dios no dejándonos “hacer”, y cuando fracasamos nos sumimos en la desesperación y hasta nos sentimos abandonados por El cuando somos nosotros los que Le hemos abandonado. Somos de barro y no nos lo creemos. Nuestra vida es una vasija en manos del Alfarero. Y es así como debemos acudir a El; confiados en que El siempre hará lo mejor para nosotros. Porque incluso en los momentos en que todo parece salir en contra, El siempre sacará lo mejor para nosotros si acudimos en una actitud de abandono y confianza en el Señor. Asir fuerte nuestra Cruz y dejarnos en las manos amorosas del Padre es el mejor regalo que podemos hacernos. No se trata de permanecer pasivos, sino con voluntad de seguir a Cristo y receptivos a los designios de Dios.

Hace unos días, mi director espiritual me recomendó la lectura de varios puntos de “Forja”, de San Josemaría Escrivá de Balaguer. ¡Qué gran sabiduría la contenida en ellos! ¡Que inmensa Fe!

-Así concluía su oración aquel amigo nuestro: "amo la Voluntad de mi Dios: por eso, en completo abandono, que Él me lleve como y por donde quiera".(nº 40)

-Hoy, por vez primera, has tenido la sensación de que todo se hace más sencillo, de que se te "descomplica" todo: ves eliminados, por fin, problemas que te preocupaban. Y comprendes que estarán más y mejor resueltos, cuanto más te abandones en los brazos de tu Padre Dios. ¿A qué esperas para conducirte siempre —¡éste ha de ser el motivo de tu vivir!— como un hijo de Dios? (nº 226)

-Si vuelves a abandonarte en las manos de Dios, recibirás, del Espíritu Santo, luces en el entendimiento y vigor en la voluntad. (nº 424)

-Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras. (nº 529)

-Ahora que la Cruz es seria, de peso, Jesús arregla las cosas de modo que nos colma de paz: se hace Cirineo nuestro, para que la carga resulte ligera. Dile, entonces, lleno de confianza: Señor, ¿qué Cruz es esta? Una Cruz sin cruz. De ahora en adelante, con tu ayuda, conociendo la formula de abandonarme en Ti, serán así siempre todas mis cruces. (nº 764)

-Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor -déjame que te lo repita- no nos pide permiso para "complicarnos la vida". Se mete y... ¡ya está! (nº 903)

-¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?... ¿No ves que lo quiere tu Padre- Dios..., y Él es bueno..., y Él te ama -¡a ti solo!- más que todas las madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos? (nº 929).

miércoles, 18 de septiembre de 2013

SEÑOR, TU ERES MI GUIA






Ya sé que a veces te digo que estoy cansada, que me dejes tranquila, que no quiero seguir. Y Tú me miras con ternura, avanzas unos metros y me esperas un poco más adelante. Y siempre me sigues llamando...
 
A veces hago como que no te oigo, a veces realmente no te oigo aunque Tú me hables porque me he puesto dos tapones en los oídos. Sin embargo Tú sigues ahí.
 
Otras veces, además, finjo no verte. O realmente no te veo porque me he puesto una venda en los ojos. Entonces es cuando Tú me tocas. Y así, ciega y sorda, y si me apuras muda, Tú me tomas de la mano y haces de lazarillo. Con toda la paciencia del mundo vas guiando mis pasos. Y no importa si solo recorremos así unos metros o si los metros se convierten en kilómetros; Tú siempre sigues a mi lado.
 
Hasta que tu insistencia logra tocar mi corazón y me quito la venda para poder mirarte a los ojos. Y entonces, cuando veo que tus labios se mueven y me estás hablando, quito los tapones de mis oídos para poder escucharte bien.
 
Ahora te oigo, te veo y te toco, pero el camino es largo y yo soy de barro. Por lo tanto, Señor, quédate conmigo cuando me sienta cansada.

domingo, 15 de septiembre de 2013

ORANDO CON EL SALMO 23



El Señor es mi pastor, nada le falta. Me toma de la mano y me guía por los caminos de la vida, ensanchando senderos, allanando montañas. Caminando a mi lado El me guía y su mano me sostiene en los momentos más difíciles cuando la tentación es más grande y estoy pronta a caer. Me levanta en sus brazos cuando yerro y su mirada amorosa, sus dulces palabras y su inmensa misericordia son la luz en mis días.

El Señor es mi pastor y sé que ya no estoy sola, pues aunque toda la oscuridad del mundo se cierna sobre mí, El es el faro que me lleva a puertos tranquilos y repara mis velas.

Si el Señor es mi pastor nada puedo temer, pues El me ha hecho la promesa de una vida futura, habitando en su casa por años sin término.


sábado, 14 de septiembre de 2013

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS



Porque no tendremos mérito alguno si amamos solamente a quienes nos aman. Esto es fácil; esto lo hacen hasta los publicanos y fariseos, quienes no aman a Dios más que a sí mismos. Pero si nosotros somos hijos de Dios, entonces lo que nos distingue de ellos es el Amor; el Amor incondicional y definitivo. No soy cristiana pues, por amar a mis amigos, a los que me caen bien… Soy cristiana por amar al que me hace el mal, al que no quiere saber nada de mí, al que me pone una zancadilla en el trabajo, al que no me ama. Y soy cristiana por eso ya que Cristo, mi redentor, me amó hasta la muerte. Hasta su muerte por nosotros, hasta su muerte por aquellos que le ofendieron y no le reconocieron, por aquellos que  en cambio sí le siguieron y le creyeron, por aquellos que se dispersaron en su Pasión, quienes le negaron hasta tres veces, quienes le traicionaron y quienes le crucificaron. Y en su Amor Infinito perdonó e imploró hasta el último momento “Señor, perdónalos  porque no saben lo que hacen”.

Amor y perdón van unidos de la mano. Por eso cuando nos preguntamos hasta cuánto debemos perdonar, la respuesta la hallaremos mirando al Cristo crucificado y encontraremos en su cruz la medida de nuestro Amor. “Hasta setenta veces siete”, nos dice. Ama a tu hermano como a ti mismo y “en esto reconocerán que sois mis discípulos”. Perdona a tu hermano como te perdonarías a ti mismo. “Perdono, pero no olvido”, pues entonces no eres cristiano. Perdonar para un cristiano es olvidar, poner la otra mejilla para que te la vuelvan a herir. “Al que te quiera llevar a juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto” (Mt 5, 40). Es no discutir con el injusto a riesgo de cometer su misma injusticia. Deja para él sus injusticias y gánate tú el Reino de Dios.

Glorifica, por tanto, a tu Dios y ama a tus hermanos. Y no te preocupes por nada más.

viernes, 13 de septiembre de 2013

EL SÍ DE MARÍA



 Hace poco tiempo hacía una pequeña reflexión sobre cómo decir que sí a Dios cada día. Para entendernos; después de ese primer momento en el que Dios nos llama amorosamente y nosotros le abrimos la puerta, y estamos dispuestos a poner nuestra vida en sus manos, llega el día a día. Llega el momento de demostrar que ese primer ofrecimiento que le hicimos al Señor fue sincero. Porque a... partir de ahí, El va poniendo cosas en nuestra vida cotidiana; cosas a las que somos muy libres de decirle que sí o de decirle que no. A veces son grandes cosas, pero otras muchas veces son pequeñas y aparentemente insignificantes. Por eso pensaba que cada noche, a la par del examen de conciencia del día, era importante hacer el examen de conciencia de nuestros síes y nuestros noes cotidianos a Dios. Y ahí es donde a veces empezamos a excusarnos... “Claro que no lo hice, Señor, pero fue por...” Toda una serie de justificaciones que, posiblemente, le parecerían de lo más racional muchas veces al hombre más sensato. Lo que me llevó a pensar en el sí de María.

María, una muchacha de unos 15 años a la que se le presenta el ángel del Señor y le anuncia “Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo...” Y su respuesta no se hace esperar: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”. María no tuvo en consideración las consecuencias sociales de su sí a Dios, las dudas en José, la posibilidad de que José la repudiara. Posiblemente a nosotros nos habría parecido una locura, de encontrarnos en la misma situación, y habríamos considerado todos los pros y los contras antes de dar un no a Dios. Y nos parecería lo más sensato. Pero ella solo pensó en fiarse de Dios contra todas las posibles adversidades, poner su confianza exclusivamente en El. El suyo es un sí limpio y sin ninguna reserva, desde una completa y total libertad, la libertad de saberse elegida por Dios para la realización de Su Voluntad y de poner todo su corazón exclusivamente en el Señor sin ninguna consideración adicional. Es un sí dado de la mano de la Fe. Se puso en manos de Dios y El lo resolvió todo, empezando por las reservas de José, su esposo. Es un sí, un momento, una fracción de segundo, que abrió las puertas para la realización de la obra salvífica de Dios.

Por eso tenemos que creer que Dios es fiel, y que nunca nos va a abandonar. Y en todas aquellas ocasiones en que El nos pide algo, la actitud más consecuente por nuestra parte es decir sí y ponernos en sus manos. Sin reservas.