"Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mi" (Gal. 2, 19-20)

martes, 27 de mayo de 2014

La comunión de los divorciados



Simón, el mago, decía de sí mismo que era muy importante y la gente comentaba de él que era “la potencia de Dios llamada la Grande”. Pero cuando llegó Felipe anunciando la palabra de Dios, creyeron y se bautizaron. Simón también se bautizó, porque estaba asombrado viendo los milagros que hacían. Simón no buscaba a Dios; creía en el poder de los apóstoles y quería poseerlo igualmente. Quería un Dios que le hiciera poderoso; un Dios a su medida.

Hoy en día el mundo está repleto de Simones. Gente que quiere un Dios a la medida de los deseos de los hombres. No un Dios justo, ni bondadoso, ya que un Dios así jamás podría justificar un aborto, por ejemplo. Un Dios adaptable y sometido. Un Dios, en definitiva, que se sitúe por debajo del hombre. Y es que el Dios de la Biblia es políticamente incorrecto.

Ahora se ha armado la marimorena por el tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar. La gente dice, se comenta, se oye, hablan en los corrillos de Mari Pili y demás doctores de la Iglesia, que si el Papa ha dicho que va a permitirles comulgar… ¡Pero si el Papa no les puede permitir eso!

Vamos a ver, para que las cosas queden claritas. ¡Por supuesto que no hay que juzgar a nadie! ¡Por supuesto que hay que ser caritativo con todos! ¡Y por supuesto que hay que integrar en la Iglesia a todos los cristianos! Pero es que un católico puede ir a misa y no comulgar si está en pecado. Y eso no le excluye de la Iglesia en absoluto. Puede participar en ella, y hasta podría comulgar si se arrepiente, se confiesa y a partir de ahí no tiene relación marital con quien REALMENTE NO ES SU CÓNYUGE. Y eso es lo que dice el Papa.

Lo que el Papa no puede hacer es contradecir lo que dice la Biblia. Y la Biblia lo pone clarísimo: “Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- y se casa con otra, comete adulterio” (Mt. 19, 8-9).


El que tenga oídos que oiga.

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