Simón, el mago, decía de sí mismo
que era muy importante y la gente comentaba de él que era “la potencia de Dios
llamada la Grande”. Pero cuando llegó Felipe anunciando la palabra de Dios,
creyeron y se bautizaron. Simón también se bautizó, porque estaba asombrado
viendo los milagros que hacían. Simón no buscaba a Dios; creía en el poder de
los apóstoles y quería poseerlo igualmente. Quería un Dios que le hiciera
poderoso; un Dios a su medida.
Hoy en día el mundo está repleto
de Simones. Gente que quiere un Dios a la medida de los deseos de los hombres.
No un Dios justo, ni bondadoso, ya que un Dios así jamás podría justificar un
aborto, por ejemplo. Un Dios adaptable y sometido. Un Dios, en definitiva, que
se sitúe por debajo del hombre. Y es que el Dios de la Biblia es políticamente
incorrecto.
Ahora se ha armado la marimorena
por el tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar. La gente dice,
se comenta, se oye, hablan en los corrillos de Mari Pili y demás doctores de la
Iglesia, que si el Papa ha dicho que va a permitirles comulgar… ¡Pero si el
Papa no les puede permitir eso!
Vamos a ver, para que las cosas
queden claritas. ¡Por supuesto que no hay que juzgar a nadie! ¡Por supuesto que
hay que ser caritativo con todos! ¡Y por supuesto que hay que integrar en la
Iglesia a todos los cristianos! Pero es que un católico puede ir a misa y no
comulgar si está en pecado. Y eso no le excluye de la Iglesia en absoluto.
Puede participar en ella, y hasta podría comulgar si se arrepiente, se confiesa
y a partir de ahí no tiene relación marital con quien REALMENTE NO ES SU CÓNYUGE. Y eso es lo
que dice el Papa.
Lo que el Papa no puede hacer es
contradecir lo que dice la Biblia. Y la Biblia lo pone clarísimo: “Por la
dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero,
al principio no era así. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer -no
hablo de unión ilegítima- y se casa con otra, comete adulterio” (Mt. 19, 8-9).
El que tenga oídos que oiga.