"Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mi" (Gal. 2, 19-20)

martes, 31 de diciembre de 2013

¡FELIZ AÑO NUEVO!



Esta mañana alguien decía que en este momento del año es cuando tenemos que echar la vista atrás contemplando el año que termina para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas y pedir perdón por todas las ofensas. Cierto. El último día del año es el momento ideal para hacer balance de los 365 días anteriores, porque si lo hacemos nos daremos cuenta de cuánto hemos recibido a cambio de nada. A cambio de ofensas y de manchas que han de ser lavadas.

Es el momento, también, de los buenos propósitos de año nuevo. Pero en nuestro caso, en el caso de los cristianos no son propósitos que deban quedarse en papel mojado. Porque nuestros propósitos tienen que tener un fin sobrenatural. Es el momento en el que debemos hacernos fuertes en nuestra resolución de ser santos (¡Nada menos!), y de pedir ayuda a Dios para ello, porque está claro que es un fin que excede completamente a nuestras posibilidades. Pero como para Dios nada es imposible, si pedimos su ayuda y nos fiamos El nos llevará de la mano. Como siempre, con Dios todo se puede. Sin Dios no hay nada.


¡Feliz año 2014!



lunes, 9 de diciembre de 2013

JACULATORIAS I




JESÚS, DESCANSO EN TI.

En Tus manos pongo toda mi vida, todas mis decisiones. Ya no me preocupo más, puesto que Tú siempre harás lo mejor para mí. Tú moldearás mi vida siempre para bien. Solo te pido que no me abandones, que me des Gracia para seguir siempre Tu camino sin mirar atrás, que me des un corazón limpio de todo apego mundano desordenado, que me des valentía para decir siempre sí como lo dijo nuestra Madre la Virgen María.

DULCE CORAZÓN DE JESÚS, SÉ MI AMOR.

En Ti todo se crea. En Ti mi corazón se sublima. Nada tiene sentido sin Ti. Que mi pecho se inflame en reconocimiento de Tu infinita bondad. Que todo lo ame en, por y para Ti. Que no desee más que lo que Tú desees. Que no desee distinto a lo que Tú desees. Que lo que Tú quieras, yo lo quiera como Tú lo quieres y cuando Tú lo quieras. Que el amor por Ti traspase mi corazón e inunde todos mis pensamientos, todas mis palabras, todos mis actos… y toda mi vida.

DULCE CORAZÓN DE MARÍA, SÉ LA SALVACIÓN MÍA.

Madre, en ti confío mi salvación. Tú, que no conociste el pecado, eres mi más firme defensora ante los ataques del enemigo. Tú aplastas la cabeza de la serpiente. A ti acudí, Madre, en la debilidad y tú me socorriste. Que no te olvide nunca. Que tú seas mi guía, mi modelo y mi defensora. Que te lleve a ti por bandera en mi lucha contra las tentaciones. Dulcísima, purísima y generosísima Madre, no me permitas caer nunca y defiende también a todos aquellos por los que mi corazón reza.

jueves, 7 de noviembre de 2013

LA CORRECCIÓN FRATERNA





¡Qué difícil resulta a veces actuar como sí mi hermano amado fuera realmente mi hermano! Todo va bien en los momentos de risas y alegría, pero cuando se trata de hacer algo que nos incomoda por su bien, todo cambia. Pero sin embargo es ahí, en ese momento cuando realmente demuestras que tu hermano te importa; cuando eres capaz de sacrificar, incluso si fuera necesario hasta su amistad para hacer o decir algo por su bien. Lo que pasa es que luego piensas "¿quién me mandaría a mí?" Pues posiblemente Dios.


¿Qué es la corrección fraterna? Es la advertencia que le hacemos a los hermanos normalmente sobre errores en su carácter o su actuación, que le impiden el progreso espiritual y son obstáculos en su camino de santidad. O sobre peligros que pueden terminar por entorpecer su acercamiento a Dios. Hay que tener cuidado, no obstante, de no corregir por envidiA o por soberbia. Se corrige por amor y es fuente de santidad personal en quien la hace y en quien la recibe.


"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn. 15,13). ¿Qué es dar la vida? Tender la mano en los momentos difíciles y no fallar lo es. Pero la corrección fraterna también lo es. Personalmente, me resulta especialmente duro corregir fraternalmente a un hermano; siempre me queda la duda, no respecto de mis intenciones que las conozco perfectamente, pero sí respecto de la manera de hacerla. ¿Habré sido lo suficientemente delicada? ¿Habré juzgado bien las situaciones? Y yo misma, como ser humano, no soy capaz de discernir. Pero con la ayuda de Dios y del Espíritu Santo todo es posible, por eso antes de realizar la corrección fraterna me pongo ante Dios y le pido luces para comprender y juzgar, para encontrar las palabras adecuadas y un momento propicio para hablar a mi hermano.


Luego está en mi hermano saber cómo va a aceptar esa corrección que yo le he hecho… O aceptar yo las que me hacen a mí. Hay que cuidar no reaccionar con soberbia, pues sabes que quien te corrige lo hace por tu bien. Y si te resulta difícil de aceptar, primero reza y después actúa. No debe pararnos de corregir fraternalmente a un hermano el hecho de pensar que puede tomárselo mal, pues el peligro de perder su amistad no debe borrarnos del corazón nuestro deseo de que alcance su santidad.