"Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mi" (Gal. 2, 19-20)

jueves, 7 de noviembre de 2013

LA CORRECCIÓN FRATERNA





¡Qué difícil resulta a veces actuar como sí mi hermano amado fuera realmente mi hermano! Todo va bien en los momentos de risas y alegría, pero cuando se trata de hacer algo que nos incomoda por su bien, todo cambia. Pero sin embargo es ahí, en ese momento cuando realmente demuestras que tu hermano te importa; cuando eres capaz de sacrificar, incluso si fuera necesario hasta su amistad para hacer o decir algo por su bien. Lo que pasa es que luego piensas "¿quién me mandaría a mí?" Pues posiblemente Dios.


¿Qué es la corrección fraterna? Es la advertencia que le hacemos a los hermanos normalmente sobre errores en su carácter o su actuación, que le impiden el progreso espiritual y son obstáculos en su camino de santidad. O sobre peligros que pueden terminar por entorpecer su acercamiento a Dios. Hay que tener cuidado, no obstante, de no corregir por envidiA o por soberbia. Se corrige por amor y es fuente de santidad personal en quien la hace y en quien la recibe.


"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn. 15,13). ¿Qué es dar la vida? Tender la mano en los momentos difíciles y no fallar lo es. Pero la corrección fraterna también lo es. Personalmente, me resulta especialmente duro corregir fraternalmente a un hermano; siempre me queda la duda, no respecto de mis intenciones que las conozco perfectamente, pero sí respecto de la manera de hacerla. ¿Habré sido lo suficientemente delicada? ¿Habré juzgado bien las situaciones? Y yo misma, como ser humano, no soy capaz de discernir. Pero con la ayuda de Dios y del Espíritu Santo todo es posible, por eso antes de realizar la corrección fraterna me pongo ante Dios y le pido luces para comprender y juzgar, para encontrar las palabras adecuadas y un momento propicio para hablar a mi hermano.


Luego está en mi hermano saber cómo va a aceptar esa corrección que yo le he hecho… O aceptar yo las que me hacen a mí. Hay que cuidar no reaccionar con soberbia, pues sabes que quien te corrige lo hace por tu bien. Y si te resulta difícil de aceptar, primero reza y después actúa. No debe pararnos de corregir fraternalmente a un hermano el hecho de pensar que puede tomárselo mal, pues el peligro de perder su amistad no debe borrarnos del corazón nuestro deseo de que alcance su santidad.