¡Qué difícil resulta a veces actuar como sí
mi hermano amado fuera realmente mi hermano! Todo va bien en los momentos de
risas y alegría, pero cuando se trata de hacer algo que nos incomoda por su
bien, todo cambia. Pero sin embargo es ahí, en ese momento cuando realmente
demuestras que tu hermano te importa; cuando eres capaz de sacrificar, incluso
si fuera necesario hasta su amistad para hacer o decir algo por su bien. Lo que
pasa es que luego piensas "¿quién me mandaría a mí?" Pues
posiblemente Dios.
¿Qué es la corrección fraterna? Es la
advertencia que le hacemos a los hermanos normalmente sobre errores en su
carácter o su actuación, que le impiden el progreso espiritual y son obstáculos
en su camino de santidad. O sobre peligros que pueden terminar por entorpecer
su acercamiento a Dios. Hay que tener cuidado, no obstante, de no corregir por
envidiA o por soberbia. Se corrige por amor y es fuente de santidad personal en
quien la hace y en quien la recibe.
"Nadie tiene amor más grande que el que
da la vida por sus amigos" (Jn. 15,13). ¿Qué es dar la vida? Tender la
mano en los momentos difíciles y no fallar lo es. Pero la corrección fraterna
también lo es. Personalmente, me resulta especialmente duro corregir
fraternalmente a un hermano; siempre me queda la duda, no respecto de mis
intenciones que las conozco perfectamente, pero sí respecto de la manera de
hacerla. ¿Habré sido lo suficientemente delicada? ¿Habré juzgado bien las
situaciones? Y yo misma, como ser humano, no soy capaz de discernir. Pero con
la ayuda de Dios y del Espíritu Santo todo es posible, por eso antes de
realizar la corrección fraterna me pongo ante Dios y le pido luces para comprender y juzgar, para encontrar las palabras adecuadas y un momento propicio para hablar a mi
hermano.
Luego está en mi hermano saber cómo va a
aceptar esa corrección que yo le he hecho… O aceptar yo las que me hacen a mí.
Hay que cuidar no reaccionar con soberbia, pues sabes que quien te corrige lo
hace por tu bien. Y si te resulta difícil de aceptar, primero reza y después
actúa. No debe pararnos de corregir fraternalmente a un hermano el hecho de
pensar que puede tomárselo mal, pues el peligro de perder su amistad no debe
borrarnos del corazón nuestro deseo de que alcance su santidad.